Imagen de la capilla ardiente de Mingote en los jardines de Cecilio Rodríguez en El Retiro
Una tarde de hace nueve años, mientras esperaba en mi entonces mesa habitual del
café Gijón a que los miembros de la RAE votaran sobre mi candidatura, uno de los
viejos camareros, que me conocía desde que entré por primera vez en el café
siendo un jovencito imberbe, me dijo: «Hubo un tiempo en que tener una silla
reservada aquí era más importante que tener un sillón en la Academia». Y tenía
razón. Pero lo que pude averiguar más tarde, una vez dentro, es que había algo
aun más importante que un sillón con tu letra en la sala de plenos, e incluso
que una mesa reservada en el Gijón: el perchero del vestíbulo de la RAE, con sus
perchas de bronce y su bastidor de madera con huecos para el bastón o el
paraguas.
Tanto me asombró el descubrimiento, que a las pocas semanas le
dediqué un artículo en esta misma página. 'El perchero de la Academia', se
titulaba. En él explicaba su protoco…